Las perspectivas son buenas. El incendio ya está controlado y perimetrado, aunque las autoridades aseguran que todavía no está extinguido y sobre el terreno todavía actúan unos 25 efectivos. Las llamas que asolaron más de 360 hectáreas en el Monte Yerga el pasado domingo pusieron en alerta a numerosos vecinos de La Rioja Baja, sobre todo a los de Quel, Autol, Grávalos y Villarroya.
Uno de ellos es el arquitecto y bodeguero Javier Arizcuren, quien goza de tener un patrimonio vitícola con el que elabora sus vinos en territorio de garnachas, en plena Rioja Oriental. El sinvivir que padeció durante la tarde del domingo se queda para él. La sucesión de noticias y los vídeos y fotos que llegaban a goteo a través de las redes sociales le pillaron en Logroño, mientras atendía una visita en su bodega de la capital.
«Fueron momentos de angustia y agobio. El fuego se extendía y llegó a colocarse a escasos 500 metros de distancia de uno de nuestros viñedos más preciados, la Finca El Barranco del Prado», relata Javier. Esta viña, catalogada como ‘Singular’ este año y ubicada entre Quel y Autol, tiene la friolera edad de 130 años, o al menos eso calcula el queleño. «La plantó de joven el abuelo de Julián, un vecino del pueblo que ya tiene 81 años. Así que estimamos que la cifra rondará por ahí. Ya se sabe, esto son las cuentas de la vieja».
Su enclave hace de este paraje de apenas una hectárea y media un verdadero «museo vivo de la viticultura», enclavado en el monte y rodeado de encinas, a 768 metros de altitud y cerca de un manantial. «Hubiera sido una pérdida enorme que las llamas alcanzaran este viñedo. Menos mal que el viento sopló de sur y no hacia el oeste, porque su ubicación era muy peligrosa», asegura.
Este lunes cuando pudo llegar a Quel, el bodeguero vio desde la distancia el daño que el fuego había hecho: «Es una masa verde importante la que se ha perdido y que tardará años en recuperarse, pero se ha salvado gran parte del monte. Eso sí, los efectivos de emergencias que llegaron desde diferentes puntos han actuado de manera impecable teniendo en cuenta lo difícil que es el acceso a esa zona».
Gracias a ello, el Barranco del Prado podrá seguir descorchándose. Un 97 por ciento de Garnacha vieja y un poco de las antiguas variedades Tinta velasco y Calagraño. Con esta mezcla Javier embotella una elaboración única que honra a los ecosistemas de la sierra de Yerga, entre el Monte que lleva su nombre, el Monte Gatún y el Carrascal de Villarroya. Una zona por excelencia del cultivo de garnachas. Y ahí, trabaja en ese afán de no dejar que se pierdan estas joyas vitícolas. «Lo fundamental y lo primero de todo es localizarlas y tomar conciencia de su valor».
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