La semana pasada varios de los socios de la Asociación Cultural de Sumilleres de La Rioja tuvimos la oportunidad de visitar la bodega Conde de los Andes, en Ollauri, dentro del programa de formación “A pie de viña”.
Las antiguas bodegas de Paternina, como se siguen conociendo en el pueblo y en los círculos del vino fuera de Ollauri, son parte del patrimonio histórico que La Rioja tiene bajo tierra. Fueron un lugar de elaboración desde finales del siglo XIX hasta la década de los años veinte del siglo pasado (hace la friolera de un siglo ya). Desde entonces, tanto la familia Paternina como sus siguientes propietarios (Grupo Rumasa, Grupo Eguizábal) lo habían utilizado como un lugar de almacenamiento del producto embotellado. La elaboración de Paternina se trasladó a la localidad de Haro, con mucho más espacio y facilidad de trabajo y la bodega histórica se convirtió en un laberinto de calados con arcos mudéjares, arcos de medio punto con o sin espacio entre ellos, cuevas excavadas con unos medios arcaicos y botelleros que cuidan de añadas desde 1892 hasta la actualidad.
He estado en esta bodega en varias ocasiones: cuando mantenía su nombre histórico en la época de Marcos Eguizabal, cuando la familia Murúa comenzó a abrir las puertas al enoturismo y la semana pasada junto con Eduardo Saracíbar, nuevo encargado de enoturismo de la compañía y miembro también de la Asociación de Sumilleres. En todas las ocasiones me he quedado sorprendida con el cambio. Parece que una bodega de más de 130 años no puede cambiar mucho pero es increíble el empeño que está poniendo la familia Murúa por hacer de estas instalaciones un lugar todavía más especial de lo que era.
Por de pronto, han vuelto a elaborar en Ollauri; eso sí, a la manera del siglo XXI: depósitos de acero inoxidable con control de temperatura, algún huevo de hormigón o barricas de roble francés que se renuevan mucho más que a principios de siglo XX. Los vinos que ya van comercializando parten de viñas viejas y son densos en boca, con una nariz compleja y muy interesantes en copa.
Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención en el último par de veces que he ido a la bodega ha sido que la superficie de calados sigue aumentando. ¡Cuántos metros cuadrados bajo tierra escondidos a la espera de que alguien los encontrara!
En Conde de los Andes las piedras hablan, y me encanta la historia que cuentan. Como guía especializada en vino, veo un potencial tremendo en bodegas como esta, en especial pensando en el turismo internacional que acostumbra a ver bodegas con escasas décadas de historia. La D.O.C. Rioja tiene auténticos tesoros que potenciar, tanto enológicamente como turísticamente. Y así lo haremos en cuanto la vacuna nos de vía libre.
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La D.O.C. Rioja tiene auténticos tesoros que potenciar, tanto enológicamente como turísticamente.
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